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domingo, 31 de mayo de 2009

ANIME Y MANGA EL COMPLOT NIPON

Existe un complot en los canales infantiles y juveniles de occidente. Cada día las parrillas de programación se llenan de muñecos ojones que hablan de forma chillona y tienen el cabello alborotado. Cuando terminó Dragon Ball pensábamos que estábamos a salvo, pero un monstruo de bolsillo llamado Pikachu nos demostró lo contrario. En qué momento dejamos que nuestra televisión se llenara de bichos tan raros.

La respuesta proviene del lugar del dragón, del lejano oriente, del Sol Naciente aquella llamada Japón. Hace siglos el dibujante Hokusai Katsuchika, inició lo que ahora conocemos como manga, después de nombrar así a sus grabados. Ahora el destino estaba sellado, todas las historietas niponas serían denominadas de esa manera. Pero el verdadero boom vino de la mano de otro creador, un médico en bancarrota que admiraba al padre de Mickey Mouse y Betty Boop, Ozamo Tezuka., aquel que después de fusionar las técnicas de dibujo orientales con el estilo de animación occidental dio origen al anime contemporáneo.

El por qué impactaron en el público latinoamericano es una respuesta que debe ser pedida a los programadores de la televisión occidental, pues fue por su error de clasificación, por pensar que todo lo animado era para niños que dejaron sueltos en los horarios infantiles especimenes como Ultraman, Capitán Centella, Transformers, Astroboy, La Abeja Maya y Marco. Hicieron que padres y hermanos mayores los vieran, se acostumbraran, los aceptaran y hasta les gustara.


En los mismos términos del anime, ese sería el primer impacto del complot, aquel que atacó a los televidentes primarios, preparando e incluso metiendo genéticamente el interés por estos dibujos en futuros observadores. Para cuando sucedió el segundo impacto, los televidentes ya estaban listos. Esta generación se autodenominó otaku, aficionado, seguidor, interesado, palabras más palabras menos, engomado por la animación japonesa y sus historietas, lujo que sus predecesores no tuvieron. Pero lo más increíble fue que lo hicieron por convicción.


Otaku, anime, manga, palabras extranjeras, pero no nuevas para muchos. La primera designa a los que les gusta y las siguientes lo que les gusta. Y es que cómo no les iba a gustar. Después de un plano Pato Donald, de un repetitivo Popeye, una insípida Minie Mouse y un moralista Superman, la obra cumbre de Katsuhiro Otomo, llamada Akira reconstruyó el significado de animación y comic para muchos adolescentes. Con Akira se rompieron estereotipos en cuanto al diseño de personajes, la delimitación de público y por supuesto el argumento. Una obra futurista cyber punk desarrollada en una fantástica posguerra, cruda, dramática, pero a la vez fascinante.


El golpe de Akira en las mentes occidentales, fue descomunal, más no el único. La prueba son las adaptaciones en imagen real con todo el despliegue de historias antes pensadas, dibujadas y animadas por japoneses y la lista no es nada despreciable. De las más recientes a las más sorprendentes están, Cow Boy Beboop, Dragon Ball Evolution, Street Fighter La Leyenda de Chun Lee, Transformers 1 y 2, Doble Dragon, Mortal Kombat y Matrix, toda la trilogía, aunque no es una copia exacta su línea argumental es similar a la de Ghost in the Shell, donde se plantea un universo paralelo que se convierte en real, mientras lo real es una alucinación colectiva controlada por maquinas.


Acaso occidente se rindió, se acabaron las ideas o simplemente ya no hay oriente ni occidente, pues hasta los mismos dibujos animados ya cedieron terreno. Ahora lo que inunda las pantallas de este lado del mundo, son producciones cercanas que imitan el estilo de las lejanas, de las Chicas Super Poderosas a las Chicas Super Poderosas Z hay más que una letra. Se nos atravesó todo el océano pacifico y ni cuenta nos dimos.